lunes, 26 de marzo de 2018

sin remordimientos

Me voy sin remordimientos, porque sé que hice todo lo que estuvo en mi mano, aunque jamás lo valorases. Sé que estuve al cien por cien, por ti, por y para ti. Siempre. Puede que no fueses consciente de ello porque fue así desde el principio. Mi implicación con todo lo que tenía que ver contigo ya era una constante que posiblemente te pasase desapercibida. No me importaba. 
Me voy sin remordimientos porque comencé a vivir tu vida, alejándome de la mía, y ya me tocaba volver. Valorar un poco lo que de verdad es importante para mí, a pesar de que no quisieras compartirlo conmigo. Solo compartimos tu mundo, pero eso estaba bien, claro. Al menos para mí ahora sí. No has dejado un vacío porque nunca has estado, supongo que ahora me alegro de ello. 
Me voy sin remordimientos porque por ti sufrí lo que no está en los escritos, porque aun cuando yo estaba tocando fondo intenté seguir haciéndote feliz, por lo que habíamos sido, intenté volver a aquello con todas mis fuerzas, aunque eso tampoco te importó.
Me voy sin remordimientos porque en un último intento de quitarte de culpas, cosa absurda ya que esto no va de buscar culpables, me has demostrado que hice bien, que tomé la decisión correcta. Hay otras opciones ahí fuera, de las que yo no quería ni oír hablar, yo tenía todo lo que quería contigo, mi primer amor. Hasta que las cosas se fueron enfriando, crecimos en direcciones diferentes y por fin me di cuenta de lo que quería para mí. 
Me voy sin remordimientos porque sé que después de todo, me merezco ser feliz.
Y ahora lo soy.

domingo, 23 de octubre de 2016

vorágine

Hoy me identifico totalmente con el clima.
Es un día gris, en el que la lluvia y los truenos no han dado tregua. El viento otoñal golpea las persianas con fuerza, intentando tirar la casa abajo.
Así me siento. Desde que he despertado esta mañana solo he podido sentir desesperación, negrura. Disimulo con sonrisas, pero lo saben. ¿Cómo no van a saberlo?
Es difícil ocultar esta vorágine. No soy capaz de sentir alegría por nada ni nadie, el nudo en el estómago es constante, la impotencia y la frustración me consumen.
Y el odio a mí misma. Soy cobarde, soy gris...soy mezquina.
Ojalá...ojalá pudiera desconectar mi cerebro, dejar de tener que vivir conmigo, porque no lo soporto más. 

domingo, 31 de enero de 2016

No necesito los otros dos

Quiero muchas cosas, supongo que como todo el mundo. Pero si tuviera que elegir, tengo claro el deseo que pediría. Con uno me vale, no necesito los otros dos, que se los quede el siguiente que frote la lámpara.
Sólo quiero que todo siga como hasta ahora, que tus ojos continúen siendo el faro que me guíe a puerto seguro en las noches de tormenta. Que la tempestad no pueda alejarte de mi camino, no importa cuan fuerte arrecie.
Quiero seguir perdiéndome en tus besos hoy, mañana, pasado y al otro, que queden encerrados en las arrugas de nuestra piel, que narren una vida de dos almas que no son dos, sino una.
Que mi hogar no sea un lugar, que mi hogar esté donde estés tú. 
No entiendo la vida si no es para vivirla en tu sonrisa y en tus gestos, entre tus manos y tu pecho. 
Que sigas siendo mi refugio, mi rincón escondido del mundo, que las líneas de tu espalda sean el mapa hacia el infinito.
Quiero que aunque pasen los años, sigas diciéndome lo mucho que  me quieres y yo no encontrar palabras para describirte lo que siento desde ese día de invierno en el que entraste en mi vida por primera vez, ahuyentando el frío y el miedo. Me hiciste sentir de una forma que desconocía, me enseñaste lo que es querer a alguien hasta que duele, a ser feliz.
Sólo quiero que todo siga como hasta ahora.

H.-

jueves, 15 de octubre de 2015

A veces sueño

A veces sueño. Sueño que abro los ojos lentamente con las primeras luces de la mañana. Sueño que los tonos anaranjados de los tímidos rayos del amanecer tiñen todo a su paso del color de la tranquilidad de espíritu. Que salgo de entre el amasijo que es el saco de dormir y siento el tibio abrazo de la brisa aferrándose a mi cuerpo, apartando el pelo de mis ojos. Ojos que tienen ante sí la más maravillosa de las vistas. Un lugar puro, sin las huellas que el ser humano deja a su paso, virgen. 
Un lugar difícil de describir, pero que despierta sentimientos profundos en mí para los que no hallo palabras. 
Las escarpadas montañas se recortan contra el cielo, cortantes, imponentes, majestuosas. Los restos de nieve, vestigios de inviernos pasados, reflejan la luz del Sol con desgana, sabiéndose en sus últimos instantes antes de alimentar los ríos.
Me pierdo en los mil tonos de verde que llegan hasta donde la vista alcanza, y el olor a libertad me embriaga.
Sueño con un paraje de ensueño, sueño con mis pies descalzos enredándose en los pastos, sueño con la soledad en este rincón de paz, mi santuario, mío y de los pájaros que lo sobrevuelan. Me gustaría ser uno de ellos, poder verlo todo desde las alturas.
Sueño que me siento plenamente feliz aquí. 
Sueño... y cuando me despierto dejo de soñar. 
Un vacío se apodera de mi corazón las veces que despierto de este sueño. ¿Existirá este lugar?
Sé  que sí, pero no sé si es real. Es parte de mí. Mi mundo interno, mi refugio, mi hogar. Es mi yo más profundo, el que no está profanado con las frivolidades de la vida cotidiana. Un lugar al que sólo se accede si tienes la mente en blanco, mi Nirvana.
Mi sueño, mi secreto.

H.-

lunes, 12 de octubre de 2015

El futuro que no vimos llegar

Tengo miedo. Miedo de que te vayas y seas feliz sin mí. De que ya no necesites mis caricias, mis besos robados, que te los robe otra persona.
Miedo de que tus sonrisas ya no sean mías, de que me olvides cuando yo no voy a poder olvidarte.
Es egoísta, lo sé. Soy egoísta. Y mentirosa. Mentirosa porque siempre dije que quería que fueras feliz, cuando en realidad no puedo soportar la idea de que te alejes de mi lado, aunque sea con ese propósito.
Cada paso tuyo en otra dirección destroza un poco más mis ganas de sentir.
Tengo mil palabras en la boca, mil perdones, mil "te amo", tantos, que ninguno acierta a salir de mis labios.
Me siento como la mujer del "muelle de San Blás", esperando a que vuelvas, echando raíces en el umbral de la puerta por la que te fuiste.
Mi espalda añora que la yema de tus dedos la recorran. Mis labios, que los vuelvas a morder. Ya nadie recoge los mechones rebeldes detrás de mi oreja, nadie susurra en mi oído corazones. Ya nadie pinta paisajes en el lienzo de mi piel ni me dedica amaneceres.
Mis días de Sol ahora son grises, los grises no son días. Los tuyos seguirán siendo los mismos, con otra.
No me enfrento a mis demonios, me emborracho con ellos; de algún lugar he de sacar el calor que te has llevado. He corrido un tupido velo de locura y embriaguez para ocultar las telarañas asentadas en mi alma, si es que existe. Vacía coraza, soy una caracola a través de la cuál creerás oír el mar, mas solo será el viento dedicándome un solitario vals.
Nuestras canciones van perdiendo sus letras, tinta disuelta en un vaso de << por qués >>. La historia que escribimos, versos y prosa, besos y poesía, se emborrona y coge polvo en la balda más alta de la estantería.
Ya nada importa, el pasado, pasado, devorado por el futuro que no vimos llegar.
Así y todo, algunas noches doy tregua a mi batalla interna y me concedo volver a recordar. Me subo a la estantería y cojo con cuidado nuestra historia, le quito el polvo y los reproches y releo con un mar de añoranza en las pupilas. Me permito echarte menos la culpa y más de menos. Me permito divagar en mis ensoñaciones y pensar, por breves instantes de falsa felicidad, que el último punto es solo un aparte, no un punto y final.


.H-

miércoles, 19 de agosto de 2015

El amanecer de tu nombre en mis labios,
reflejo de un corazón salvaje
de primaveras contadas y eternos veranos

domingo, 23 de noviembre de 2014

La llave

Cerró los ojos mientras la tibia brisa marina acariciaba su rostro y se enredaba en su pelo. Adoraba esa sensación de paz que aquella playa desierta despertaba en su alma. Era un lugar fuera del mundo, separado de él por grandes acantilados de roca gris, ribeteada con las salpicaduras verdes del insistente musgo. Una espesa y salvaje vegetación se extendía casi hasta la orilla, confiriendo un abrazo protector, ocultando la playa a los ojos ignorantes de su existencia.
El agua cristalina se curvaba en perfectas olas que corrían apresuradas al encuentro de las rocas, escupiendo al cielo borbotones de nívea espuma salada.
Descubrió aquel paradisíaco oasis de calma hacía ya unos años, y acudía todos los días desde entonces, tratando de encontrarse a sí misma. Allí su mente vagaba libre, volaba y se formulaba infinidad de cuestiones para las que después buscaba respuesta, aunque pocas veces la hallaba. Se preguntaba por su importancia en el mundo, su cometido. Por qué era quien era. Por qué, de entre tantos miles, millones de posibilidades, era ella quien caminaba por la vida y no otra persona, una que, debido a ella, no existía. Asimismo, se preguntaba por muchas otras cosas todas de carácter íntegramente trascendental. 
Pasaba noches enteras con la mirada perdida entre las constelaciones, maravillada por la infinitud del vasto universo, plagado de misterios indescifrables.
Sin embargo, una noche sus pensamientos no tomaron un rumbo tan escabroso e intrincado. Esa noche tenía la respuesta universal a todas sus preguntas, al menos a las que importaban realmente. 
Sus carnosos labios se curvaron en una dulce sonrisa cuando recordó a aquel hombre, el hombre que rellenaba el vacío que la incertidumbre le había creado en el corazón a lo largo del tiempo. Sin apenas percatarse, ya no necesitaba saber por qué el mundo era tan inmenso, o cuál era su sino. 
Estaba realmente segura de que estaba irrevocablemente unida a una persona, y eso disipaba el desasosiego que la acosaba tan a menudo. Su razón de ser había acudido a ella de la forma más inesperada. Amar y ser amada. Dar desinteresadamente todo cuanto tenía, todo cuanto era. Ya no necesitaba saber qué sería lo que le esperaba tras la muerte, ni entender todos los enigmas del universo. Había despejado la única incógnita que necesitaba para ser feliz. Lo que realmente era importante era su paso por la vida, su camino hasta el final, fuese cual fuese este, los pasos que diera de ahora en adelante, disfrutando de cada uno de ellos, especialmente si a su lado caminaba su apoyo, él, su razón de ser. Nunca creyó en lo de las medias naranjas, le parecía algo absurdo. Nadie podía completarte -decía- no necesitabas de nadie para ser quien realmente eras. Y seguía sin creerlo, pero se dio cuenta de que, a pesar de estar completa desde un principio, él le había mostrado partes de sí misma que desconocía, le hizo conocerse a sí misma en ámbitos que ni siquiera había llegado a plantearse jamás. Olvidarse por completo del futuro, del destino, consiguió lo que tanto tiempo llevaba buscando: calmar su alma y sentirse cómoda dentro de sí misma. 
Le asombraba la facilidad con la que ahora era capaz de desnudar su alma ante él, después de tantos años evitando el contacto humano siempre que podía. Si no estaba en calma consigo misma ¿cómo iba a soportar la presencia de otras personas? Y sin embargo, en ellas estaba la respuesta que tanto tiempo buscó, y que ahora, por fin, había encontrado.
Todo cobró sentido.
Y aquella noche, cuando sus pupilas reflejaban el cielo estrellado, como tantas otras veces, las hebras de sus pensamientos no formularon ninguna pregunta. Formaron una hermosa y perfecta respuesta.
<< El amor es el motor del  universo>>.
Las estrellas le sonrieron con sosiego, pues su constante compañera había hallado la llave de su felicidad. 

-H.